Thursday, May 24, 2007

GALERAS 9

GALERAS DE POESÍA


JUAN MALPARTIDA ZEVALLOS


Con un nuevo libro de poesía el mundo vuelve a crearse, y la brisa de los viejos tiempos llega para volver a quedar en la memoria. Un puerto ineludible para este GALEOTE siempre será San Marcos, los cabellos largos de las muchachas, sus faldas al viento, la amistad endémica y aquella crónica magnífica de las aulas y de las cantinas. Juanito Malpartida es amigo y compañero de ruta del tiempo aquel cuando merodeaba la última década del siglo XX y la Decana de América caía y recaía sin nunca morirse. Queda pendiente la última cerveza que nunca terminamos de secar. Mucho más ahora cuando acaba de publicar esos versos que dormían soñando con los besos de las musas, en legar nuevas tierras a los hijos, en volver al camino con letras en lugar de guijarros. Dios dé buen viento al perfume del tiempo compartido, y nuestras orejas hechas hojas de parra vuelvan a florecer en la avenida universitaria y en nuestras voluntades por derrotar al inevitable devenir.
Vaya en homenaje al amigo y a su poesía, que llegó fuerte como perfume de mujer, una reseña de estudiante de literatura, con borrones pero con la mejor de las intenciones puras. Es una reseña desglosable. Quien quiera copiarla y publicarla para difundir al poemario, que no arredre sus velas. Queda a su albedrío citar o no la fuente.

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El perfume del tiempo aquello y la permanencia del verso


Pródiga en incontables voces, la poesía peruana de los últimos treinta años, encierra universos textuales todavía desconocidos, estrellas fugaces, explosiones cósmicas. Como objeto de estudio es una maraña montaraz e indomeñable a ser interpretada, sometida a taxonomía y a ordenamiento con herramientas de crítica y de teoría literarias, con métodos de estudio ya conocidos, o desde la novedad de los acercamientos descriptivos, normativos o dialógicos, inéditos, mayormente elaborados en los centros académicos europeos y norteamericanos. La tarea está allí. Las infinitas voces también. Son un mar que desborda los recipientes que otros le delimitan. Nos aplasta con su diversidad y con su número. Los poemas de El perfume del tiempo aquello* (sic) de Juan Malpartida Zevallos (Huánuco, 1964), son parte actoral y actuante de esa realidad.

Juan Malpartida estudió Literatura en San Marcos durante la segunda mitad de los convulsionados años 80, en esa época cuando la fiebre del olvido y del espanto fue metalenguaje y referente para el artista y para el país. Peregrino impenitente y feliz del Taller de Poesía que dirigían Marco Martos e Hildebrando Pérez (también Pablo Guevara), y del Taller de Narración de José Antonio Bravo y Antonio Gálvez Ronceros, dejó su huella literaria en las plaquetas y pequeñas publicaciones de esos talleres. También en las revistas de estudiantes que siguen navegando la conciencia de los simples mortales. El perfume de ese tiempo y el de las muchachas aquellas impregnaron para siempre sus pasos y su concepto de lo literario, donaron poesía a su entendimiento de las pequeñas cosas, su teleología y proyecto estético. Luego vendría la lucha por la vida, el silencio para escuchar su propia voz, la hibernación del yo poético para renacer ahora con hálito de retamas y metonimia. Los versos de este primer libro publicado por Juan Malpartida son jóvenes y frescos, darán testimonio de una rara avis en la parafernalia del contexto poético peruano, serán más que la voz del que clama en el desierto, el grano de arena que busca ser diferente, el imposible significante del deseo en detrimento de la simple realidad.

La estructura de El perfume del tiempo aquello consta de cuatro libros o grandes metáforas (en sí los cuatro elementos fundamentales de la antigüedad y de la numerología):

EL AIRE (4 poemas: Orfeo, Friné, Monólogo de Ulises, Historia de Yolao y Deidamía), viaje a la semilla griega del origen occidental, donde la connotación de lo órfico y la inmortalidad del amor perdido o lejano, se quiebran entre imágenes líricas e ironía: “añoro tu voz ovillada en mi oído / diminuta / como elefantes torpes y tiernos destruyendo la paz / …” (Monólogo de Ulises, p. 13).
EL AGUA (7 poemas: Homenaje, La espera circular, Poema para una posible canción, Cómo digo que te quiero, El perfume del tiempo aquello, En ese momento, Espejo), el canto profundo a la amada, a la vida compartida que se siente se va como el agua de entre las manos, la voluntad de reconstruir con palabras los tiempos felices, el homenaje y compromiso con el verdadero amor, con las convicciones de diversa índole: “un te quiero sin palomas / un te quiero despojado de promesas / un simple te quiero de niño flaco.” (Cómo digo que te quiero, p. 24).
LA TIERRA (4 poemas: Colón, Cortés, Bolívar, Ave Pizarro), el redescubrimiento de un nuevo mundo, y desde el norte la ruta al sur, hacia el Perú para hacerse ricos; pasando las narices por los personajes involucrados, el cuestionamiento irreverente. ”Sucede que el amor tiene viejas leyes / que apenas cambian / Como los colores del arco iris en los cielos tristes / huérfanos de lluvia.” (Ave Pizarro, p. 35).
EL FUEGO (7 poemas: Recuerdo para Inés Morote, Territorio, Monólogo de Mónica Mondragón, Arte poética, Nicotina en tus labios rojos, Poema sin título, Nancy Torres), un actor testigo prostibulario, dipsómano, encerrado en el laberinto de esa nueva Babilonia llamada Lima, donde la negación del amor que implica el negocio carnal, si bien revela aristas que hieden, también puede llegar a implicar desamor o derivar en el amor más inocente y puro. “Le gustaba andar desnuda / Por el viejo cuarto / Que logramos conseguir / Vendiendo los libros / Que año a año fui coleccionando” (Recuerdo para Inés Morote, p. 37).

Con una necesidad de narratividad poética y coloquial, recogiendo la mejor tradición anglosajona y de la “poesía de la calle” de los 70, además de un lirismo castigado en humor caústico y de ironía, en el marco de un lenguaje transgresor desde el título, El perfume del tiempo aquello, sin dejar de mostrar virtudes pero también defectos (excesiva mención de nombres de productos y marcas comerciales, y de personajes populares de los mass media; cierto prosaísmo invasivo; errores de grafía), aborda al lector, ajeno a los lugares comunes y a las ficticias líneas, ingenuamente delimitadas para nuestra poesía: urbanos/rurales, costeños/serranos, puros/comprometidos, tradición/modernidad, poéticas fijas para cada década, etc. Cuestiona los elitismos que nunca se contaminan en el concepto de lo poético (“Quiero decirle a la poesía / ag! / La mayor de las veces / por vestirse de seda.” Arte poética, p. 43), lleva una ruta de arrieros errantes y bohemios, de caballero andante y posmoderno que canta fundamentalmente al amor y a la vida.


* MALPARTIDA ZEVALLOS, JUAN.
El perfume del tiempo aquello.
Lima. Edición del autor, 2007. 50 pp.


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